Siempre en mi vida cuestioné lo establecido, fui el que preguntaba todo en clase y constantemente dudaba de lo que iba aprendiendo. Desde corta edad formé mi propia opinión de las cosas y del mundo.
En la escuela de medicina, luego de haber cursado las materias que son la base de la carrera: Fisiología y Fisiopatología, Anatomía y Anatomía patológica, Clínica Médica y Farmacología, sentía que había un gran sesgo cognitivo en el aprendizaje, que al impartir las clases el claustro repetía una forma de ver a los pacientes que yo no compartía, había un claro interés en estudiar las enfermedades pero no en hablar de la salud. Yo deseaba guiarme por mi intuición; sentía que había algo más por hacer, porque en todos los campos de la medicina las respuestas son muy necesarias y no pueden esperar, no podemos decirles a los pacientes que no tenemos la respuesta a sus dudas, que no tenemos tratamientos para sus dolencias y que nada podemos hacer por ellos.
Así transcurrieron las prácticas médicas en hospitales: horas, días y años dentro de distintas dependencias sanitarias, viendo entrar y salir enfermos sin reparar en cual podía ser el verdadero origen de las enfermedades; y, claro, es que en una emergencia de un hospital público los tiempos son tan reducidos que no podemos indagar mucho. Esto me llevó a plantearme una gran duda: ¿qué puedo hacer yo por los pacientes? ¿Cómo puedo ayudar a las personas?
En esta búsqueda constante empecé por mí y, en el año 2008, decido eliminar de mi dieta muchos alimentos que consideré dañinos para la salud y comencé un camino de autoconocimiento y de autocuidado. Por esa época conozco a un niño pequeño de 2 años, quien era portador de un gran estado de salud, quien no se enfermaba como los demás niños, que los tratamientos que recibía eran medicinas naturales, hierbas medicinales, tinturas madres, infusiones y una dieta variada de alimentos saludables. Su padre y su madre, grandes amigos míos, me regalaron mi primer libro de medicina natural: “La medicina natural al alcance de todos” del maestro Manuel Lezaeta Acharán. Éste fue el libro que más he leído y que cambió radicalmente mi visión como profesional de la medicina, realmente fijó un antes y un después en mi camino. Observé que estaba de acuerdo con todos los conceptos de esta corriente sin saber nada previamente de Naturopatía y que, a la misma vez, todos los argumentos de aquel abogado chileno eran válidos también para mi formación académica.
Con el correr del tiempo fui construyendo una visión de la medicina que encajaba claramente con el Naturismo antiguo. En el año 2011, ya con mi título de médico en la mano, no sabía cómo abordar la medicina a partir de este descubrimiento, no tenía en mi formación académica las herramientas que se necesitaban para ejercer como médico holístico, o eso creía hasta entonces. Así es que conozco a un médico cirujano con más de 30 años de práctica naturista, formado por los mejores exponentes de la Naturopatía americana, el Dr. Néstor Hugo Almagro. Luego de una entrevista con él, previamente habiendo leído su gran libro “Tiempo del hombre nuevo”, le consulto al Dr. Almagro sobre que era lo que yo necesitaba para empezar a ejercer; a lo que él respondió con amor y firmeza: “Abrí ya tu consultorio, nene”. No lo dudé ni un segundo, me dije que solo necesitaba una camilla y mis herramientas de examen básico y comencé a atender pacientes. Gracias al misterio de la vida, asiste a una de mis primeras consultas un anciano que en aquel momento tenía 87 años, Don Ernesto “El Puma” Marciani, un abuelo que coincidentemente había estado más de 20 años visitando anualmente el Hogar de Vida Natural de Don Manuel Lezaeta Acharán y quien practicaba todas las herramientas del naturismo. Tuve una epifanía y comprendí como aquel niño de 2 años y este bello hombre de 87 tenían algo en común: que estaban sanos y que no necesitaban de medicamentos para estarlo como habitualmente los necesitaban la mayoría de las personas comunes.
Concluí que era indudable el poder de autoreparación que posee nuestro cuerpo; que el orden de nuestra alimentación y de nuestras emociones son claves para el desarrollo de la vida en armonía con todas sus partes. Hoy en día Don Ernesto tiene casi 100 años y Mosajah, el niño que me inspiró, casi 15; y siguen siendo sanos y fuertes ambos.
Yo seguí estudiando y trabajando, me visitaron miles de pacientes en Mendoza y Neuquén (Argentina) dándome una experiencia práctica de médico naturista invaluable. Actualmente sigo formándome, estudio un Máster en Psico Neuro Inmuno Endocrinología (PNIE) en Barcelona y un Posgrado de Alimentación basada en plantas por la Universidad Nacional de La Plata, Buenos Aires. Aún sigo atendiendo como el primer día, dedicando una hora a cada uno de mis pacientes, procurando una atención integral de la salud.
Hoy, más de 10 años después, y a través de mis especialidades, reafirmo con conocimientos científicos que aquella Medicina Natural que conocí casualmente y que ahora practico, tiene una base técnica y científica comprobable y un empirismo incuestionable.
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